Supply Chain Frontiers issue n.º 60. Lea todos artículos en este asunto.
Uno de los misterios de la caída de los mercados bursátiles de principios de 2016 es por qué se produjo un descenso tan precipitado en un momento en que las economías estaban beneficiándose del ahorro en costes de energía.
Gracias a que el precio del petróleo se estaba desplomando hasta valores que no se veían desde el crash tecnológico de principios del siglo XXI, las fábricas, empresas de transporte y clientes se estaban ahorrando importantes cantidades de los gastos en combustible. La caída del precio del petróleo supone un ahorro de aproximadamente 1.500$ al año para cada conductor estadounidense pero que Arabia Saudí, Rusia, Venezuela y otros países productores de petróleo pierden. La economía de los Estados Unidos, que se basa en gran medida en el gasto de los consumidores, debería estar en auge y la cotización en el mercado de la mayoría de las empresas (sin contar con las productoras de energía) debería alcanzar nuevos máximos.
¿Por qué esto no está sucediendo y por qué podríamos estar yendo hacia la recesión?
Cuando el petróleo se vende a un precio bajo, aquellos países que dependen en gran medida de las exportaciones de petróleo tienen que hacer frente a dificultades financieras. En muchos de esos países, los ciudadanos han llegado a esperar la generosidad del gobierno gracias a los elevados ingresos procedentes de las exportaciones de petróleo. Como consecuencia, estos gobiernos son incapaces de reducir sus gastos para compensar los elevados déficits presupuestarios. Tomemos como ejemplo a Arabia Saudí. En 2015 se registró un déficit de 98.000 millones de dólares y, a pesar de los intentos en recortar subsidios y otros gastos, el déficit podría aumentar en 2016.
No hay que decir que los saudíes cuentan con importantes reservas financieras: entre 610 y 630 mil millones de dólares a principios de 2016. Estas reservas no se han depositado en diferentes cuentas sino que se encuentran invertidas en activos extranjeros. Ahora los saudíes gastan unos 8.000 millones de dólares al mes en financiar el déficit del país. Para ello, tienen que liquidar esas inversiones y la presión de venta repercute de manera significativa en los mercados financieros de todo el mundo.
Asumamos, por ejemplo, que la mitad de las reservas de Arabia Saudí se encuentran en acciones estadounidenses. Esto significa que el mercado recibe, al mes, órdenes de compra con un valor de casi 4000 millones de dólares. Rusia, Venezuela, China, México, Brasil y muchos otros países se encuentran en la misma situación y tienen que recuperar miles de millones de dólares vendiendo sus participaciones. Estos miles de millones de dólares en órdenes de venta provocan la recesión del mercado financiero internacional.
A la vez, el suministro de petróleo continúa creciendo porque los países productores de petróleo no tienen más remedio que seguir extrayendo más oro negro. Incluso productores de fracking (fracturación hidráulica), que es relativamente caro, continúan extrayendo recursos para liquidar sus deudas. Añada a esto el nuevo flujo de petróleo de Irán y la desaceleración de la economía china. Además, la sobreoferta de petróleo parece que ha llegado para quedarse bastante tiempo.
En este punto, la psicología de mercado empieza a tener efecto. A medida que la bolsa cae, más inversores se dirigen a la salida a toda prisa para bloquear las ganancias de los últimos años. Clientes del plan estadounidense 401K y otras inversiones ven descender el valor, se ponen nerviosos y empiezan a limitar las compras. Pronto todas las piezas de la economía “real” empiezan a sentir el miedo y empieza la recesión. La inoportuna medida de la Reserva Federal de los Estados Unidos de subir los tipos de interés añade más leña al fuego.
Este bucle que propicia la desaceleración económica sigue respaldando un consumo reducido de petróleo. Por tanto, los precios de la gasolina seguirán bajando y los productores de petróleo se seguirán viendo obligados a vender más participaciones (ahora con clientes y gestores de fondos que se suman a ellos). Los mercados bursátiles de todo el mundo caen y los clientes compran menos. Los minoristas más precavidos reducen el ritmo de pedidos, la producción en las fábricas cae a unos niveles en los que las operaciones dejan de ser rentables, la inversión de capital se paraliza, las empresas efectúan recortes de plantilla y así sucesivamente.
La parte preocupante de este análisis es que la mayoría de sorpresas del año que viene serán, probablemente, negativas. El malestar social en países productores de petróleo y China, el deterioro en las relaciones entre Arabia Saudí e Irán, una cada vez más beligerante Rusia como país que intenta desviar la atención de su economía en ruinas, una Unión Europea desgastada y líderes irresponsables en los Estados Unidos son algunos factores que contribuirán a que esto ocurra.
Probablemente evitaremos una recesión en toda regla este año. Sin embargo, en cierta manera, el rápido descenso del precio del petróleo no era una noticia tan buena como se creía y, como mínimo, el 2016 nos depara una situación económica inestable.
Este artículo ha sido redactado por el profesor Yossi Sheffi, Director del CTL de MIT y se publicó por primera vez en el blog Linkedin Influencer.