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Supply Chain Frontiers issue n.º 55. Lea todos artículos en este asunto.

No soy partidario de un Gran Gobierno, pero hay algunos casos en los que una visión de la totalidad del sistema es mucho más eficiente que una visión distribuida y localizada. Un ejemplo en el ámbito de la cadena de suministro es la política marítima de Estados Unidos. Un ejemplo más amplio y más tópico es la gestión de la crisis del ébola.

Los estadounidenses tienen una aversión casi visceral a los grandes gobiernos centralizados y con razón. ¿Quién quiere depender de los agentes federales para la prestación de servicios locales como la recogida de basura o confiar en las autoridades para invertir los ingresos tributarios locales juiciosamente?

Pero, nos guste o no, los retos de la gestión a gran escala suelen requerir un gobierno a gran escala.

En el ejemplo marítimo que he mencionado antes, la falta de una estrategia de gestión centralizada para el sistema de puertos en nuestro país supone una desventaja competitiva. Una manifestación de este problema es que múltiples puertos en la costa este están haciendo más profundos sus canales de aproximación para atraer buques de carga más grandes. La ampliación del Canal de Panamá para permitir el paso de buques más grandes por la arteria comercial generará este tráfico. Sin embargo, no todos los puertos de Estados Unidos se beneficiarán de la ampliación del Canal, y en este momento decidir qué instalaciones de la costa este van a beneficiarse de ello (en su caso) es como una lotería. Como resultado, básicamente se desperdiciarán grandes sumas de dólares en la inversión, que podrían usarse mejor, como en la financiación de proyectos de infraestructuras que se necesitan urgentemente.

Hay muchas otras áreas que requieren una estrategia centralizada. Imaginémonos el caos que se generaría si cada estado de los Estados Unidos tuviera su propia normativa de tráfico aéreo o su propia moneda, por ejemplo.

El brote del ébola es otro caso ilustrativo. Para responder a una crisis de esta escala se necesitan los recursos y el alcance de la totalidad del sistema de un gobierno nacional. Los resultados de combatir el virus mediante una suma de respuestas locales pueden ser desastrosos.

Tenemos un ejemplo de tales resultados por gentileza de los estados de Nueva York y Nueva Jersey. Estos estados imponen estrictos requisitos de cuarentena para los viajeros que llegan a las costas de EE. UU. desde África occidental, incluso cuando no muestran signos de haber contraído el ébola. Estas medidas locales introducidas a toda prisa al final son contraproducentes y, además, no funcionan. ¿Qué va a impedirles usar otras puertas de entrada en la región como Baltimore o Washington D. C. para entrar al país? Y los estados de NY y NJ, al proteger a sus propios ciudadanos, ¿hacen que las poblaciones de los estados vecinos (y, al fin y al cabo, las de los propios estados) corran un mayor riesgo? 

Mi colega el Dr. Jarrod Goentzel, director del Laboratorio de Respuesta Humanitaria del MIT, ha identificado otros problemas relacionados con la cadena de suministro causados por reacciones locales e instintivas ante la crisis (para obtener más información al respecto, puedes leer la entrada en el blog Humanitarian@MIT titulada "Travel Bans and Stockpiling Can Cripple the Ebola Response Supply Chain").

Un problema que destaca es cómo el acaparamiento local de equipos de protección individual (EPI), decisivos para los trabajadores sanitarios, puede perturbar gravemente los programas de ayuda nacionales e internacionales. 

Como la demanda de EPI se ha disparado, la capacidad de fabricación se ha visto limitada y algunos distribuidores mencionan problemas de suministro. La situación se agrava con la acumulación local. El Estado de Ohio, por ejemplo, está ampliando sus inventarios de EPI.
 
La lucha contra el brote del ébola requiere una planificación y priorización coordinadas. Dos organizaciones internacionales tomaron la iniciativa para ajustar la demanda y la oferta de EPI. Médicos Sin Fronteras ha liderado el tratamiento del ébola sobre el terreno en África occidental desde el inicio, ha fijado los estándares para la atención y la seguridad de los trabajadores sanitarios y ha cuantificado las necesidades. La agencia UNICEF de Naciones Unidas coordina a los proveedores clave. Los productores han respondido a estos esfuerzos intensificando la fabricación de EPI.

Sin embargo, unos cuantos casos destacados más podrían causar un aumento rápido de la acumulación o el almacenamiento en el sector público y privado, así como en distintas zonas geográficas, según Goentzel. Como la fabricación ya se encuentra en su punto máximo, los suministros podrían empezar a escasear.

Los profesionales de la cadena de suministro saben que la centralización del riesgo (la gestión conjunta de inventarios globales vitales como un recurso común) es decisiva para maximizar el impacto de una mercancía escasa. Por ejemplo, si Ohio está almacenando EPI y Arizona se ve afectada por infecciones por ébola, es posible que Arizona no disponga de los recursos suficientes para combatir el virus, lo que hace que ese estado y los demás —incluido Ohio— corran un riesgo. Con la centralización del riesgo, los recursos de los inventarios centrales se dirigen a la región que más los necesita para cortar el brote de raíz.

Como alternativa al almacenamiento local, los responsables de la toma de decisiones en los sectores público y privado deberían tener en cuenta un proceso de adquisición conjunta, según Goentzel. La Organización Mundial de la Salud debería liderar este enfoque, consultando con los departamentos de sanidad de los países afectados que asignan las existencias a los trabajadores sanitarios con mayor riesgo.

De nuevo, el mensaje es claro: el brote de ébola tiene unas implicaciones tan amplias que las organizaciones gubernamentales con los recursos para combatir el virus a nivel global deben estar en la primera línea de batalla.

Eso no significa que debamos dar a estas organizaciones carta blanca; tienen que rendir cuentas. Y deben ser efectivas, una lección que aprendimos recientemente en los EE. UU.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EE. UU. (CDC, por su sigla en inglés) encabezan la respuesta estadounidense al virus del Ébola. Pero en las primeras etapas de la crisis, la credibilidad de los CDC se vio dañada por una respuesta inepta y por la falta de una estrategia bien definida para abordar la situación. La situación se agravó por los mensajes contradictorios desde la Casa Blanca.

La lección es que, si bien los gobiernos son indispensables en las emergencias a gran escala, los gobiernos también tienen que ser creíbles. Si no lo son, las autoridades locales tomarán la iniciativa. ¿Y quién puede culparlas?
 
Este artículo ha sido escrito por el profesor Yossi Sheffi, director del Centro para el Transporte y la Logística del MIT, y publicado en un blog como Influenciador de Linkedin.